Una tarde, estaba Juan, aquel viejo sindicalista en el local de la Confederación ordenando unas viejas fotos. Con la impertinencia del joven que era entonces, le sugerí que podríamos escanear las fotos, para conservarlas mejor. En esos años recién habían llegado los primeros escáner a Lima y pocos sabían de qué se trataba el nuevo artilugio.
El viejo ignoró mi comentario tecnológico y mirando una de las fotos, me preguntó
-Oye tú, sabelotodo, dime ¿qué es la identidad de clase?
El cambio de tema y el estilo del viejo por decir las cosas abruptamente me hizo dudar y tartamudee algo sin mucho sentido. -Escucha, me dijo iniciando asi una de sus historias.
Hace tiempo, en una fábrica por la Avenida Argentina había un joven muy palomilla. Siempre andaba alegre, bromeaba y se la pasaba feliz. Pero su alegría no era la del vago, al contrario, no le corría al trabajo y era responsable.
A los capataces abusivos de la planta les ponía "chapas" que eran muy buenas. El viejo sonreía recordando las bromas del joven trabajador. -Todos lo querían y festejaban sus ocurrencias... por eso tal vez, el ingeniero de planta le había agarrado tirria, cólera. Le disgustaba ver a un trabajador feliz- decía Juan.
El viejo cierra los ojos y sigue recordando -Todos le decían al muchacho, "ten cuidado, no andes tan contento que el ingeniero te esta buscando". Ante eso, el jovenzuelo siempre respondía: No tengo miedo, hago bien mi trabajo y mientras lo haga bien, ¿qué me puede pasar?
Un día de verano, el calor era insoportable en la planta. La empresa no quería poner ventiladores y por eso todos morían de calor. De pronto, del baño sale este joven con el polo de uniforme sin las mangas. Las había cortado. -Así estoy más fresco-, dijo y todos estallaron en risas. Una palomillada más.
Al día siguiente, el joven no pudo ingresar a trabajar. Lo habían despedido. Falta grave. En la planta rápidamente se corre la voz: lo han despedido. La mañana trascurre en silencio. Algunos murmuran que si tuvieran un sindicato podrían hacer algo más que rumiar su cólera. Pero no hay sindicato, se lamentan.
-El clima es tenso en la fábrica-, la narración del viejo se torna lenta, señal que se acerca un dato importante -Antes del mediodía el ingeniero debe dar una vuelta de rutina por toda la planta. Baja del segundo piso donde está su oficina y de pronto ve a más de doscientos trabajadores, a todos los obreros de la planta, con el polo recortado, sin mangas. Todos.
-Dicen que la cara del ingeniero pasó del blanco al amarillo y luego a verde en menos de un minuto. No dijo una palabra y regresó a su oficina. Y suelta una risa el viejo Juan, -¿Te imaginas? Desde el más viejo hasta el más joven, todos sin mangas. La risa de Juan es tan fuerte que parece estar viendo a los trabajadores desmangados allí mismo.
-¿Y que pasó compañero?-, le digo tratando de imaginar la escena.
-Bueno, pues eso es la identidad de clase. Cuando un grupo de trabajadores entiende que los problemas de un joven palomilla son en verdad los problemas de todos y cada uno de ellos, que lo que le pasa a uno, a cualquiera, le pasa a todos. Más allá de las diferencias de edad, origen, antigüedad, y hacen de esa idea, una acción colectiva, pues, así se forma una clase. Eso es identidad de clase.
-Y el joven?- pregunto para no dejar la historia sin final.
-Regresó a trabajar..., no tan pronto claro, primero se formó un sindicato, luego ya en pliego, el joven regresó. Mira la foto...
Y veo una foto, que casi ha perdido el color por los años, donde aparece un joven rodeado de muchos hombres, jóvenes y viejos, todos luciendo polos sin mangas, riendo, desafiando al tiempo y la patronal.
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